¿Te acuerdas cuando había que patear medio barrio para pillar una oferta? Ahora abres Instagram y ¡zasca!, te saltan quinientas promos antes del primer café de la mañana. Los que antes voceaban las noticias por las calles ahora son peña con más filtros que un bar de hipsters, marcando el paso desde sus cuartos convertidos en estudios improvisados.
En una era donde hasta el más modesto bono apuestas se promociona en redes sociales, la forma en que los españoles nos comunicamos y consumimos información ha experimentado una revolución sin precedentes.
De voces en la plaza a likes en Instagram
Ahora, te llueven las promos en Instagram mientras desayunas. Así de brutal ha sido el cambio. Los pregoneros de antes se han convertido en chavales con ring light que marcan tendencia desde su habitación. Y España, como siempre, se ha adaptado al cambio con ese arte que nos caracteriza.
Échale un vistazo a tu día: ¿Cuántas horas pasas pegado al móvil? No te cortes, que no eres el único. El 94% de los españoles andamos igual, navegando una media de 6 horas y pico al día. Es como si hubiéramos adoptado un hijo digital que nunca duerme.
El otro día me encontré a María, una señora de Castro Urdiales que te cuenta las cosas como son: “Antes, si querías enterarte de algo, tenías que bajar al bar sí o sí. Era como el Twitter de la época, pero con vermú”. Ahora sus nietos se enteran de todo sin despegar el culo del sofá.
Cotilleo digital
Y es que hemos pasado de las conversaciones en la plaza del pueblo a los hilos de Twitter, de los corrillos después de misa a los grupos de WhatsApp. El chismorreo sigue siendo el mismo, pero ahora viene con emojis y se comparte a la velocidad de la luz.
¿Mejor o peor? Ni idea, pero diferente seguro. Lo que está claro es que España sigue siendo ese país donde la gente necesita contar, compartir y vivir en comunidad. Solo que ahora lo hacemos con un smartphone en la mano y wifi de por medio.
¿Te acuerdas cuando tocaba esperar al telediario para enterarte de las movidas del día? Qué tiempos aquellos. Ahora tu móvil no para quieto con notificaciones, y antes de que te acabes el café de la mañana, ya sabes hasta lo que ha desayunado el presidente.
La plaza del pueblo se mudó a Internet
Flipante cómo hemos pasado de las charletas en el banco de la plaza a los grupos de WhatsApp, ¿eh? Y no es coña: más del 80% de los españoles andamos todo el día entre YouTube, Facebook y compañía. Es como si hubiéramos cogido el bar de la esquina y lo hubiéramos metido en el móvil.
Antes las noticias volaban de boca en boca. Ahora vuelan a golpe de retweet.
Los nuevos pregoneros llevan followers
Y luego están los influencers, los nuevos reyes del mambo. Donde antes teníamos al gracioso del pueblo, ahora tenemos chavales con más seguidores que habitantes tiene una capital de provincia. Y lo más loco es que la peña les hace más caso que al telediario.
Vamos, que esto es como los cotilleos de toda la vida, pero con más filtros de Instagram y menos carmín en el vaso de vino.
De la autoridad institucional a la autenticidad percibida
La confianza en las instituciones tradicionales ha dado paso a una nueva forma de credibilidad basada en la percepción de autenticidad. Los influencers, con su aparente cercanía y espontaneidad, han capitalizado esta tendencia.
“La gente confía más en el consejo de un youtuber que en un anuncio tradicional”, explica Laura, especialista en marketing digital. “Es como si el pregonero de antes ahora fuera tu mejor amigo”.
Verdades, Mentiras y Redes Sociales
¿Sabías que casi la mitad de los españoles nos fiamos de lo que vemos en redes para comprar? Vamos, que si mañana un influencer dice que los calcetines con sandalias son lo más, igual hasta nos lo tragamos. Da que pensar, ¿eh?
Entre bulo y bulo, adicción al móvil y la peña que se cree todo lo que lee en Facebook, tenemos un problemilla entre manos. Es como cuando dejabas las llaves puestas en el coche: tarde o temprano, la cosa se complica.
El futuro ya está aquí (y mete algo de miedito)
Y lo que nos queda por ver… Realidad aumentada, chatbots que hablan mejor que tu cuñado, y asistentes virtuales que conocen mejor tus gustos que tu madre. El otro día charlaba con Carlos, un sociólogo que sabe de qué va el tema:
“Tío, está guay esto de la tecnología y tal, pero no podemos perder lo que nos hace españoles. Ya sabes, el vermú del domingo, el partido con los colegas, las cenas que se alargan hasta las tantas…”
Y razón no le falta. Porque una cosa es modernizarse y otra muy distinta es convertirse en zombis digitales que solo saben comunicarse a base de emojis y stories de Instagram.
La cosa está en encontrar el equilibrio, colega. Como con las tapas: ni tan pocas que te quedes con hambre, ni tantas que acabes fatal.