
Con todo, el protocolo en el que se está trabajando pretende «minimizar al máximo el impacto económico y ecológico que esta especie ocasiona», teniendo en cuenta que buena parte de su alimento se basa en abejas.
Cuando esté terminado, este documento se encargará de identificar la parte más técnica y la de intervención. «Se va a diferenciar la actuación en la que haya un riesgo para las personas en zonas habitadas, sin olvidar zonas rurales en las que posiblemente hay más nidos que pasan desapercibido pero que son la punta de avance de la especie en el conjunto de la región».
Por otra parte, «incorpora actuaciones en el entorno de los colmenares de abejas, porque está en riesgo la actividad económica de un sector que está en pleno auge».
Los servicios de emergencias municipales, con el apoyo del Gobierno de Cantabria, «van a seguir teniendo su papel en los lugares habitados». La Consejería, «asumirá el control y seguimiento en toda Cantabria pero, singularmente, en la eliminación de nidos en medio rural o zonas no habitadas».
La parte técnica de este protocolo ya está casi finalizada y, como ha señalado Lucio, «se ha remitido a la Dirección General de Protección Civil para coordinarnos y estamos esperando a establecer un sistema de comunicación hacia el ciudadano para que los avisos se gestionen de forma más eficaz». En las próximas semanas, este documento se va a hacer llegar a las asociaciones de apicultores y a las entidades locales «por si tuvieran que aportar algo».