Hace unos días comenzaba la costera de la anchoa que, como muchas otras actividades, se está viendo seriamente afectada por la crisis del coronavirus, con precios por los suelos y barcos que casi se conforman con no tener pérdidas.
En los mejores momentos, el kilo de bocarte se ha vendido en las lonjas a 50 o 60 céntimos. Un precio que, a día de hoy, está aún por debajo. “A principios de la mañana ha podido alcanzar algunos días, más o menos esos precios, pero un tapón de cerveza vale más que un kilo de anchoa en las ventas de las 8 o las 9 de la noche”. Así lo ha señalado en Castro Punto Radio el presidente de la Federación de Cofradías de Cantabria y Patrón Mayor de la de Santoña, Miguel Fernández.
Un duro varapalo para la economía de los barcos, cuyo “objetivo casi es no perder dinero en esta costera”. Y es que, en circunstancias normales, el kilo de esta especie “ronda 1,5 euros”.
Además, “hay barcos gallegos, por ejemplo, que venden aquí y se van a casa cada 15 días. Ahora no pueden compartir autobús con otras tripulaciones, ni ir más de dos en un coche, con lo que el coste de ir y volver a casa ronda los 6.000 euros”.
Fernández achaca la importante bajada de precios al “mercado, que está cayendo totalmente. Las conserveras, a las que se surte la mayor parte del producto, están también con una reducción de personal por las medidas de seguridad y no pueden desarrollar un trabajo normal; y la hostelería está cerrada”.
El sector pesquero tiene esperanzas puestas en la próxima costera, la del bonito. “A ver si para ese momento se normaliza más la situación porque, de lo contrario, la flota lo va a pasar muy mal”. Y sobre todo la pequeña, predominante en Castro. “Ha acabado el verdel y ahora van a variado, pero yo he visto esta mañana a marineros parar el precio del rape en dos euros el kilo porque bajaba más en la subasta”.
MEDIDAS DE SEGURIDAD EN LA COSTERA DE ANCHOA
Fernández ha detallado las medidas de seguridad que, en esta costera de anchoa, se siguen en el puerto de Santoña, uno de los más importantes del Cantábrico. “Los barcos entran a descargar al puerto de forma escalonada, se ha reducido el acceso al interior de la lonja a tres tripulantes por barco y lo imprescindible en operarios y compradores. También se ha contratado personal para controlar las entradas al recinto portuario, se le toma la temperatura a todo el que accede a la lonja y que debe disponer, además, de una tarjeta de autorización con distintos colores en función de si son marineros, compradores u operarios”.
Si en condiciones normales hay en la lonja unas 300 personas durante la descarga y subasta de la anchoa, “a día de hoy son en torno a 100, con el control de un trabajador que vigila que se cumplan las medidas de seguridad y distanciamiento”.
Imagen de las primeras capturas de la temporada en la zona oriental de Cantabria.